El regreso de Martin Guerre (Le retour de Martin Guerre, Daniel Vigne, 1982)
La historia de Martin Guerre ocurre en el siglo XVI en el sur de Francia. Un extraño enredo que involucra confusión de identidades, conflictos económicos, problemas familiares, costumbres sexuales, creencias religiosas, superstición y muchas otras cosas. El material para una tesis doctoral. De hecho, el guion se basa en el libro de una historiadora que investigó los documentos del proceso judicial relacionado con el dicho Martin Guerre. Lo importante, desde un punto de vista histórico, es que se ahonda en la vida de campesinos comunes, no de reyes o papas.
Pero no es una película donde se explote el exotismo del pasado. Podrá ser un mundo muy diferente al nuestro en muchos sentidos, sobre todo en el aspecto tecnológico y en las costumbres familiares, pero extrañamente los personajes son seres humanos normales, es decir, su manera de reaccionar ante las diversas situaciones no parece ni sobrehumana ni infrahumana, o dicho de otra manera, no son héroes o monstruos de leyenda. Por eso no es una exhibición de rarezas de la peculiar gente de hace cinco siglos, sino un drama protagonizado por personas más o menos parecidas a nosotros. Este logro se produce al utilizar una puesta en escena que no abusa de efectos de ningún tipo para hacer sentir al espectador como un viajero en el tiempo, que es lo que casi siempre sucede con el cine histórico. Un ejemplo: en un cierto momento del interrogatorio a la esposa de Martin, el juez le pregunta por qué cree ella que su joven esposo era impotente para consumar el matrimonio. La campesina contesta con toda tranquilidad y convicción que era porque había sido embrujado. Para curar el mal se someten ambos a una serie de rituales. Es como si a una pregunta similar en la actualidad hubiera contestado que el estrés era la causa del mal desempeño sexual del muchacho. En el mundo en el que ella vivía la brujería era una realidad. La película no muestra la creencia en hechizos bajo ninguna luz misteriosa o patética, ni a nivel visual ni en la actuación ni en los diálogos.
Por lo general, el cine histórico lo que pretende es modernizar a los personajes para hacerlos cercanos, haciéndolos hablar con modismos actuales, por ejemplo, o comentando temas de moda, en una calle de la antigua Roma. O el caso opuesto, presentar seres de otro planeta sin ninguna relación con el mundo de hoy. Martin Guerre es sobre personas como nosotros, pero diferentes, como todo el mundo.