La distancia entre los árboles (Lina María Parra Ochoa, 2018)
Todo sucede en la mente de la protagonista. Se narra lo que ella ve, se describen sus sentimientos, sus ideas, sus recuerdos y sus predicciones. Pero nada es dicho por la protagonista sino por una voz narrativa que todo lo sabe.
Sorprende un poco que no se use la primera persona en una narración tan personal. Sabemos lo que ve, oye y huele la joven veterinaria. Sabemos de sus razones para aceptar el trabajo en la empresa constructora de una hidroeléctrica en una zona selvática. Conocemos sus sentimientos de angustia frente a la naturaleza arrasada. Entendemos su cansancio y su hartazgo con la inútil tarea de salvar animales condenados a morir en medio del dolor. La voz que todo lo sabe nos informa con un nivel de detalle que sería, quizás, inverosímil para una primera persona.
Pero no son únicamente los detalles de la narración lo que es expresado de modo clarísimo. El mensaje del relato se declara con no menos decisión. No hay misterio. La veterinaria encargada de salvar animales silvestres realiza el único acto honesto de su vida laboral: matar un espécimen destrozado por la furia de las motosierras de la empresa constructora. La tragedia es que tiene que incumplir su deber para ser fiel a sí misma. «Sabe que hizo lo correcto, sabe que de haberla declarado, los asistentes se hubieran llevado a la cría y la hubieran dejado agonizar días enteros sin misericordia, por políticas de la compañía que no puede matar animales en sus proyectos de expansión».
Es un acto de liberación para el animal y para ella, pero a la vez de una tristeza irremediable. El único futuro es la muerte, y, por raro que parezca, casi la única esperanza. «Se sienta al pie del árbol, quiere disfrutar un momento de la sombra, de la oscuridad de la selva. Piensa en que si se queda allí, lo de afuera se detendrá. Deja de oír las motosierras, se concentra en los movimientos que se intuyen entre las ramas, trata de darle un nombre de pájaro a cada canto, a cada gorjeo. Pero finalmente Estefanía, en la selva, sabe que todo lo que la rodea se muere de a poco, igual que ella al pie de ese árbol».
La voz narrativa es la que hace que en un cuento tan sensorial se respire cierta frialdad, y eso a pesar del calor que sufre la protagonista. Porque Estefanía no aparece en escena. Se trata de una especie de lente que permite que veamos los objetos que nos presenta la narradora (o narrador). Y esta voz omnisciente lo único que quiere es llegar lo más rápido posible a su triste conclusión acerca de la vida de la protagonista y de la vida en general. Las experiencias confusas y dolorosas del relato funcionan como proposiciones de un razonamiento, algo así como un silogismo. El ruido del árbol al caer, el sudor en el cuerpo, el insulto recibido con resignación son escalones que llevan de manera inexorable a la dolorosa reflexión final. Por eso tiene que desaparecer la voz de la protagonista, porque el cuento La distancia entre los árboles no es la narración de una anécdota o la confesión de una mujer, es más bien un ejemplo para ilustrar una idea: la vida es una cosa lamentable donde todas las virtudes son despreciadas y la verdad es solo una ilusión. A veces se puede pensar, leyendo el relato, que el mundo puede tener un aspecto positivo, sobre todo el hecho de que existan cosas reales que se pueden ver, tocar y oler, aunque sean terribles. Pero en el cuento las cosas solo aparecen como imágenes en la mente de la protagonista, imágenes que la narradora expone con rapidez y seguridad, en oraciones cortas. No son estas realidades importantes, lo único relevante es demostrar la tesis de la obra. Es una pieza de oratoria que va dirigida a convencer al oyente, y para lograrlo debe conmoverlo con una parábola sobre la pobre muchacha que perdió la alegría en el monte, un día que tuvo que matar un pequeño marsupial para salvarlo.
Enlace para leer el cuento: https://bienestaruniversitario.medellin.unal.edu.co/cultura/378
Parra Ochoa, L. M. (2018). Malas posturas. Medellín: Editorial EAFIT.