Hay un comentario de Witold Gombrowics sobre el turismo que lanza una sospecha de fraude sobre esta actividad tan importante de nuestro tiempo: «porque hay que reconocer que viajar solo para ver cosas, a la larga cansa» (p.93). En la frase se dice que el turista viaja «solo» con el objetivo de ver cosas. Es decir, hay viajes que tienen otros fines, pero que pueden incluir la contemplación de paisajes y monumentos. Lo particular del turismo es la obligatoriedad del propósito. El turista tiene que ver ciertas cosas para que su viaje sea satisfactorio, del mismo modo que tiene que comer y beber determinados alimentos y licores, y realizar ciertas actividades, como tomarse fotografías en tal edificio o arrojar monedas en tal fuente. Pero es un hecho que la principal actividad del turista consiste en ver. Es una especie de consumismo visual equivalente al gastronómico. Ver, además, ciertas cosas que «hay que ver». Quizás el cansancio a que hace referencia la cita se deba a esta obligatoriedad del itinerario visual. El turista probablemente no sabe nada de los lugares que visita, no tiene ninguna relación personal con las ciudades o los campos que recorre. Pero de algún modo se siente obligado a cumplir el mandato de ver un pueblo o una montaña, aunque esa resolución no parte de su propia intimidad. Ni el amor ni el odio orientan su camino, tampoco la ambición de fama o dinero. Al contrario, gasta sumas considerables en ir a lugares que no significan nada para él a nivel personal y de los que no trae sino el cansancio, además de un montón de fotos y baratijas de recuerdo.
Grombrowicz, W. (1987). Peregrinaciones argentinas (trad. B. Zaboklicka y F. Miravitlles). Madrid: Alianza Editorial.