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La libertad del dinero

Quizás por ser algo muy obvio nadie lo menciona, pero la realidad es que no fue el amor por los procedimientos democráticos ni por los parlamentos o las asambleas populares lo que motivó las guerras de independencia en América. Tampoco lo fue la lucha por la justicia para los desfavorecidos de la fortuna. Sin negar que estas ideas, o similares, jugaran algún papel en los combates, la verdad es que fueron el deseo de riqueza y progreso técnico los objetivos principales de todo el proceso independentista, y es la imposibilidad de conseguir esta meta lo que fue visto como un fracaso por los protagonistas de la época. Lo extraño es que en la actualidad, cuando se piensa en los hechos de hace doscientos años, se habla solo de democracia y de libertades políticas, así como de justicia social, todo para lamentar que no se hayan podido lograr tan altos propósitos y que sigan aún inalcanzables. Pero en aquellos tiempos la democracia era vista, si acaso, solo como un procedimiento para alcanzar el fin deseado del progreso económico, y la justicia social era, probablemente, el resultado lógico de una sociedad más rica, donde las comodidades y la ilustración estuvieran al alcance de todos.

Las ideas de Simón Bolívar en la Carta de Jamaica son esclarecedoras acerca del destino que los forjadores de la independencia esperaban para la América libre. La libertad política era solo un paso para lograr el verdadero objetivo de la lucha. La idea era vincular América al destino de prosperidad de la Europa capitalista. Los modelos políticos deseados eran los de Estados Unidos y sobre todo los de Inglaterra, con su parlamento y sus leyes liberales, que habían hecho posible su poderío económico. Bolívar no duda en poner el proyecto de independencia americana bajo el amparo de la potencia enemiga de España: “La Europa que no se halla agitada por las violentas pasiones de la venganza, ambición y codicia, como la España, parece que estaba autorizada por todas las leyes de la equidad a ilustrarla sobre sus bien entendidos intereses”. Por tanto, los promotores de la emancipación querían hacer subir a la América española del pozo de atraso en que, según ellos, la administración mezquina de los ibéricos la había arrojado. Al final de la Carta de Jamaica, Bolívar expone con claridad sus intenciones:

“Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nación liberal que nos preste su protección; se nos verá de acuerdo cultivar las virtudes y los talentos que conducen a la gloria; entonces seguiremos la marcha majestuosa hacía las grandes prosperidades a que está destinada la América Meridional, entonces las ciencias y las artes, que nacieron en el Oriente, y han ilustrado a la Europa, volarán a Colombia libre que las convidará con un asilo.”

No se puede ser más claro acerca de las pretensiones de los libertadores. La libertad política está unida de modo indisoluble al desarrollo científico y al progreso de las artes. Hay que tener en cuenta que el vocablo arte, en los comienzos del siglo XIX, aún tenía el sentido general de técnica especializada, y no solo se refería a las conocidas como “bellas artes”. La palabra arte incluía a las técnicas modernas, que en aquel entonces comenzaban a desarrollarse en Inglaterra y Francia principalmente.

Un poco antes de que comenzara el proceso de Independencia, en 1809, José Manuel Restrepo publica Ensayo sobre la geografía, obra que describe el medio físico y las condiciones económicas de la provincia de Antioquia en el virreinato de la Nueva Granada. Restrepo llegaría a ser un político importante en los primeros tiempos de la República y es considerado el primer historiador de la Independencia con su obra Historia de la Revolución de Colombia. En un momento del estudio sobre su provincia natal, mira extasiado las posibilidades de progreso económico de su empobrecida tierra:

“Ya parece que me transporto a tan felices tiempos y que veo realizados estos sueños lisonjeros. Entro en las ciudades populosas: el gusto de la arquitectura se ha introducido en ellas; por todas partes encuentro fábricas, (…), veo los montes dorados con abundantes cosechas de trigo; en este valle a la par del café crece el algodón, (…); edificios públicos, vasto comercio, navegable el Cauca… Pero mis deseos me arrebatan fuera de mi asunto.”

De manera un tanto cómica, parece  como si estos proyectos casi fantásticos fueran a la vez el impulso de su obra y un estorbo a la hora de ejecutarla con la seriedad y sobriedad que exige el tema. Más adelante, al terminar la relación de sus propuestas para mejorar los caminos que comunican la provincia con el exterior, la visión es verdaderamente extravagante, por lo exagerado de su proyecto, sobre todo si se ha visto la situación real de Antioquia en aquella época:

“Veo que el antioqueño no limita su comercio en el mar del norte a solo Cartagena: él penetra al golfo mejicano, corre las Antillas y los puertos de la Europa. En el Pacífico visita las costas del Perú recogiendo la plata de sus minas, y trae a su patria los frutos de la zona templada austral. Enriquecido con tales especulaciones, eleva su comercio un vuelo atrevido: atraviesa las vastas llanuras del Sur, y hace directamente el comercio oriental, origen de la riqueza de las naciones. La especería de las Molucas, los bellos tejidos del Indostán, las estofas de la China, todo viene al suelo de Antioquia. El comercio ha levantado del polvo soberbias ciudades, creado las artes… Mas el amor de la patria me extravía. Yo deliro con proyectos deliciosos que acaso jamás se realizarán.”

Es un ejercicio que podría calificarse de “economía ficción”. Restrepo ve en las montañas de Antioquia un emporio que competiría con Londres o París. Él mismo se disculpa al final diciéndose poseído y “extraviado” por el “amor a la patria”, y es que de verdad parece que estas ambiciones exageradas, como de misticismo progresista, permitieran ver con transparencia los sentimientos de un joven ilustrado de comienzos del siglo XIX en la Nueva Granada. El amor a la patria se expresa en unos deseos frenéticos de desarrollo económico y riqueza, mas no en ideales de libertad política o soberanía popular, como podría esperarse estando tan cerca la Independencia, y siendo Restrepo un protagonista del proceso. Quizás alguien piense que no se habla de democracia por haber publicado la obra en época de la monarquía, pero Bolívar decía casi lo mismo unos años después en medio de la guerra.  Los proyectos “fantásticos” de Restrepo no son tan excepcionales como podrían parecer, además, hasta cierto punto son realidad hoy en día, solo que “el comercio oriental” no es tan maravilloso ni tan ventajoso como se imaginaban los ilustrados criollos.

Publicado por EL BLOG DE MAGÍN GARCÍA

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