En los concursos literarios debería premiarse al peor texto, después del mejor, naturalmente. Esta medida viene inspirada por las ferias de pueblo, donde se celebra al “caballo mejor presentao y al caballo peor presentao”. Es más, el premio debería recibir el nombre genérico de Rocinante (el caballo más feo), para que todo quede aún más literariamente arreglado. Además de aumentar el morbo del público, podría construirse un corpus de obras pésimas que, al ser estudiado con cuidado, por medio de softwares poderosos, produciría como resultado la esencia misma de la mala literatura.