X (Ti West, 2022)
Se dice que las nuevas generaciones son muy ignorantes. La afirmación, así en general, es por lo menos problemática. Lo que sí se puede asegurar es que mientras algunos conocimientos se han convertido en patrimonio de unos cuantos expertos, otros son una riqueza compartida por muchos o al menos por apreciables masas de sabiondos. Es así que, mientras la métrica española es un misterio o una absoluta nulidad para la mayoría, y casi nadie sabe distinguir entre un alejandrino y un endecasílabo, ni les incomoda su ignorancia, en cambio, un número considerable de individuos, sobre todo masculinos, en muchos lugares y ambientes, tiene una razonable erudición acerca del slasher o cualquier otro subgénero del terror surgido en los años sesenta. Tampoco faltan los expertos en el porno setentero, época que algunos consideran la edad dorada del cine X, o al menos su edad heroica, por haber alcanzado sus mayores conquistas en cuanto a prestigio. Y aquí no hay solo los que se saben las vidas y hazañas de actores y actrices, sino que distinguen tipos de guiones y escenarios, y las trayectorias de los directores y productores, en sus diversas etapas, por ejemplo antes y después del home video. La verdad es que la mayoría no llegan a tanto, y si acaso habrán visto La masacre de Texas (The Texas Chain Saw Massacre, Tobe Hooper, 1974), madre nutricia del terror de las últimas décadas, y quizás alguna escena de Garganta profunda (Deep Throat, Gerard Damiano, 1972) o algo por el estilo. En cualquier caso, internet subsana las lagunas del agobiado cinéfilo, no solo a nivel de datos sino de imágenes, ya que si no tenía las cosas claras, Google le mostrará la ruinosa casa en medio de la pradera polvorienta con un cielo azul de fondo, así como la ominosa gasolinera atendida por gañanes de mala figura, y sobre todo las protagonistas femeninas, jóvenes con más pelos que ropa, y que podrían pasar del porno al terror sin cambiar el vestuario, y casi nada de los diálogos. Pero sobre todo, lo que el aficionado a la sangre o al semen fílmicos encontrará en la red será a otros como él, pero más entusiastas, que publican videos llenos de sapiencia sobre los pobres jóvenes desollados por psicópatas, lo mismo que sobre zombis, vampiros, extraterrestres y todo lo que se aparezca. Resulta que es un buen tema de conversación saber cuántos infelices ha matado Jason, cuántos Michael y cuántos Freddy. Y hablando y hablando sobre estas cosas, o similares, se va creando una simpática comunidad de seudo entendidos en el género. Tal comunidad agradecería con entusiasmo si le hicieran una película a propósito de sus gustos. Esta película sería la realización audiovisual de la docta charla entre varios amantes del terror y del porno de los setenta. Sería la película que ellos harían si tuvieran los medios y el talento. Tal cosa es X, la película de Ti West.
No se puede negar la calidad de la producción, y también del reparto, en particular la protagonista (Mia Goth), una actriz que por sus dotes actorales no parece que se pudiera encontrar en una de aquellas viejas películas de explotación. Pero este es precisamente el detalle: si ver porno del viejo, o alguna cinta de terror de bajo presupuesto, es una especie de placer culposo, la contemplación de la película de Ti West es un evento de cierto nivel. Se trata de uno de los buenos lanzamientos de la temporada, fuera de los grandes blockbusters, y los comentarios han sido casi siempre positivos. No es una película para ver con condescendencia, en busca del humor involuntario. En todo caso, no nos reímos de ella sino con ella, y si no hay lugar a sustos, por lo menos si se puede disfrutar de la estética sanguinolenta. En lo que sí es igual esta producción a sus referentes setenteros es en la simpleza de la historia y en la convencionalidad de los personajes. Las secuencias picantes o violentas resultan ser lo único relevante, si es que se puede decir algo así en este caso, lo demás es un sainete trillado con diálogos altisonantes sobre la vejez o la doble moral, todo con una muy cuidada fotografía, por supuesto.
Lo peor es que a veces parece que la cinta tratara de buscar cierta autenticidad en los conflictos de los personajes, más allá del juego cinéfilo, como cuando el cineasta se escandaliza porque su novia quiere hacer porno, y no quedarse pura e inocente detrás de cámaras, pero en realidad esto hace que la convencionalidad general quede más en evidencia. En últimas, la película se trata de un conteo de muertes raras, que no resultan ser para tanto, y que francamente no creo que impresionen a nadie. A menos, claro, que alguien quiera hacerse el sorprendido frente a sus amigos, amantes de la sangre falsa y de los senos reales. ¡Qué tiempos aquellos!