Benedetta (Paul Verhoeven, 2021)
En la película Benedetta, una monja recibe los estigmas que aparecieron en el cuerpo de San Francisco de Asís. En la piadosa mujer se reproducen las heridas que sufrió Jesucristo durante la pasión. Algunos dudan de la autenticidad de tal milagro y creen que se trata de un astuto simulacro para ganar reconocimiento y poder. Sin embargo, otros consideran que, reales o falsos, los estigmas de sor Benedetta son útiles para atraer peregrinos y, por tanto, dinero. Esta búsqueda de santos, la pasión por la santidad, ya sea por fe, novelería o interés, es muy parecida a la obsesión de los medios, las redes, y algunos espectadores, con la figura del autor cinematográfico.
El común denominador entre quienes alaban la última película de Paul Verhoeven es celebrar el reverdecimiento creativo en plena vejez de un misterioso autor despreciado en el pasado por realizar películas de género en Hollywood. Descubrimos que este viejo director holandés que hizo su fortuna en California vuelve al viejo mundo para darle un revolcón al aburrido cine europeo. Lo hace con una historia de monjas cachondas, anticlericalismo, ambiente de época, con caballos y disfraces a todo dar, y autoparodia. Si en el pasado hizo sus obras al modo de thrillers eróticos noventeros (Basic Instinct, 1992) y robots justicieros ochenteros (RoboCop, 1987), injustamente despreciadas, ahora realiza telefilmes de tema histórico con toques ideológicos muy en onda, salvo que ahora sí será recompensado. La crítica reconoce sus méritos presentes y corrige los errores al juzgar su obra en el pasado.
La pregunta interesante es por qué es tan necesario que existan autores cinematográficos. Genios que impregnan con su alma cada plano. Todo ese rollo autoral tiene mucho de fantasioso, tanto como los estigmas de Benedetta. A una parte del público, como a muchos críticos, periodistas y publicistas les encanta hacer aparecer estos seres sobrenaturales llamados autores, más si son malditos o marginados o poco apreciados en el pasado. Toda esa tramoya romántica del genio mártir sirve para hacer crecer sus figuras ante el devoto creyente en la “magia” del arte cinematográfico, y por ese medio aumentar el valor de obritas irregulares y olvidables, que se venden como extraños testamentos de almas torturadas.