Maxxxine (Ti West, 2024)
Cinefilia es una palabra que suena a enfermedad venérea. Uno de los efectos de la cinefilia era que los realizadores llenaban sus obras de citas de películas clásicas o de culto que se suponía que el espectador debía reconocer. Era una forma de establecer una relación con el público que podía funcionar a muchos niveles: nostálgico, humorístico, histórico, etc. Solo que, igual que algunas de estas enfermedades, ya no impresiona como en el pasado, ya no produce los mismos efectos. En el caso de las infecciones, su pérdida de peligrosidad se debe a los tratamientos para curarlas o prevenirlas; en el caso de la afición a hacer citas cinematográficas en cada escena, es el tedio el que ejerce como agente curativo. Es un procedimiento tan común, no solo en películas y series, sino en videos musicales y en comerciales, que ya ha perdido su encanto. Además de que muchos espectadores no reconocen las referencias si son muy lejanas. Otro tanto pasa con los cameos de celebridades, que se han convertido en un “chiste del jefe”, del que uno debe reírse para no quedar mal, aunque no tenga ninguna gracia.
En Maxxxine, abundan las citas y los cameos, y se nota desde el comienzo que son relleno, maquillaje barato para una historia estúpida. Lo único recuperable, son las escenas en que se deja a la actriz protagonista, y productora, dar rienda suelta a su histrionismo. Lo cual ya pasaba en las anteriores películas de la trilogía (X y Pearl). En Maxxxine es chocante que gran parte del metraje se gaste en mostrar al detective que se viste como Jack Nicholson en Chinatown (Roman Polanski, 1974), en visitar la casa de Norman Bates en Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960), en hacer chistes con la pareja de policías de tantas series y películas de los ochenta, en el violador disfrazado de Buster Keaton, en las estrellitas, Halsey y Lily Collins, que aparecen, solo para ser degolladas al instante.
Ya que no hay vacuna contra la cinefilia, entonces habrá que practicar la abstinencia.