En tiempos de tantas dificultades para nuestro país y para el mundo, debemos ser propositivos y dar luces para ayudar a superar las duras pruebas a que estamos sometidos como sociedad. Es necesario que cada quien dé lo mejor de sí en orden a abrir caminos en medio de la maraña de problemas que agobian a la contemporaneidad. No son suficientes, sin embargo, las iniciativas individuales por muy bien intencionadas que sean. Las tentativas de reforma social solo tienen éxito si se asientan en el seno de las comunidades por medio de organizaciones que real y simbólicamente ayuden a generar cambios permanentes. Es decisivo crear instituciones que funcionen con fuerzas propias más allá de los intereses cambiantes de los particulares. Entes autónomos respecto al Estado pero sujetos a las leyes, defensores de la democracia, y que tengan capacidad de influir en el desarrollo de las comunidades dentro del marco de la ley, en diálogo respetuoso con las más diversas instancias sociales. En este sentido, uno de los instrumentos tradicionales de acción participativa son las agremiaciones de profesionales, dadas la comunidad de intereses y la cercanía de los miembros en sus respectivos ejercicios laborales.
Dentro del amplio espectro de las ocupaciones y oficios, existen sectores muy distantes por sus intereses particulares, o por las condiciones cotidianas en que se desarrolla su labor. En tales casos, es comprensible que se asocien en sindicatos o gremios separados, como, por ejemplo, puede ocurrir con los guardianes de cárceles y los docentes de educación básica. Pero en otros casos, la compartimentación de las esferas profesionales puede resultar en un debilitamiento catastrófico, sobre todo cuando son sectores poco numerosos o no muy apreciados socialmente. Cabe aclarar, en este punto, que la valoración social de una actividad no está directamente relacionada con su utilidad, sino que depende de concepciones ideológicas que no tienen otro sustento que la tradición inveterada o la imposición por parte del poder. Este problema de la consideración de las diversas ocupaciones en la sociedad es importante para nuestra propuesta, porque el objetivo de esta es ayudar a mejorar las condiciones materiales y morales de dos actividades, o mejor, dos conglomerados de ocupaciones que han sido objeto de tratos injustos por mucho tiempo y que se han visto particularmente afectadas en la situación actual. Nos referimos a las actividades artísticas y a la prostitución.
La lista de las llamadas artes es amplia y variada, y en el desarrollo reglamentario de la propuesta se enumerarán de manera exhaustiva; aunque a modo de ejemplo, señalaremos a las conocidas como bellas artes y a la literatura. Como se ve, estos nombres hacen referencia a un conjunto muy vasto de ocupaciones, y en este punto, creemos que es suficiente con la idea general que se tenga acerca de ellas. En cuanto a la prostitución, nos referimos a la labor comúnmente conocida con este nombre, pero además a todas las formas de pornografía donde aparecen cuerpos humanos reales, es decir, no dibujos y animaciones, que en realidad vendrían a ser parte (los autores de dichas obras) del gremio de las bellas artes. Se incluyen, por supuesto, los espectáculos sexuales en vivo o a través de pantallas. Es decir, todo lo que se conoce como comercio sexual; solo que este nombre no es muy adecuado, pues podría entenderse también que se refiere a la venta de juguetes y utensilios sexuales de cualquier tipo. Pues es claro que tal negocio pertenece al sector comercial minorista o mayorista, y no tiene con la prostitución más que una relación circunstancial. Todo lo contrario que la relación esencial entre las prostitutas y los artistas, aun cuando tales profesionales podrían no interactuar nunca en la vida cotidiana. Es probable que se considere una broma o insulto contra cualquiera de los dos gremios mencionados el desarrollo de la presente propuesta, pero solo la ignorancia y los prejuicios llevarían a alguien a semejante conclusión.
La unión gremial del arte y la prostitución solo parecerá inapropiada y hasta ridícula a quienes no conozcan las condiciones concretas de la vida laboral en la actualidad. Si se observa con atención y sin restricciones ideológicas caducas, se descubre la relación esencial de los campos profesionales que hemos agrupado en las denominaciones de arte y prostitución. No es necesario remontarnos a la historia para encontrar los nexos intrínsecos entre la situación social de la meretriz y el poeta o el pintor. No es necesario, aunque sería de sumo interés, rastrear tal unión aun en la misma Biblia. Creemos que es suficiente detenernos a mirar la situación presente para demostrar la necesidad de una agremiación entre sectores profesionales solo aparentemente dispares, pero que comparten rasgos esenciales y padecen problemas similares en su desenvolvimiento social.
Propiedades de los oficios en cuestión
Dos propiedades fundamentales, a nuestro parecer, definen la relación indiscutible y esencial entre prostitución y arte. La primera es que son actividades supuestamente placenteras, producto del despliegue de inclinaciones naturales, consideradas pasiones, pero que en el contexto profesional de las artes y la prostitución se convierten en objeto de lucro, en comercio y, por tanto, en trabajo. De aquí se desprende un aspecto no menor que también tienen en común las dos ocupaciones: es parte del oficio el hacer ver que el dinero no es importante y que el único premio es la satisfacción propia. La sinceridad de tal sentimiento es irrelevante, lo decisivo es que parezca auténtico frente al público o clientela.
La segunda propiedad común es la de ser actividades despreciadas por la mayoría de la sociedad. Las características de este desprecio son diferentes, pero tienen el efecto en ambos casos de hacer sentir vergüenza a quienes ejercen las respectivas profesiones. Muchos los consideran oficios inmorales e inútiles, y tales señalamientos repercuten en los propios trabajadores del arte y la prostitución, que se ven obligados a dar enrevesadas explicaciones siempre que alguien les pregunta por su trabajo, con un uso excesivo de eufemismos y casi pidiendo disculpas, aunque nadie las exija, o directamente ocultando su labor a sus familiares y amigos. Otros asumen su condición de marginales y despliegan un triste resentimiento contra la sociedad, que a veces lleva a problemas mentales o al consumo de drogas, o estalla en actos de violencia. Precisamente, uno de los objetivos de la futura asociación de artistas y prostitutas será prevenir los casos de comportamiento antisocial que podrían presentarse entre sus miembros.
De la segunda propiedad se desprende un aspecto curioso, que puede resultar confuso para quien no sea cercano a las peculiaridades de los sectores profesionales de artistas y prostitutas. Se ha evidenciado que los miembros de estos colectivos manifiestan en sus discursos públicos, o en declaraciones que tengan algún carácter oficial, un énfasis en su condición de seres humanos, en el hecho de pertenecer a la humanidad. Lo curioso es que no parece que en el momento histórico actual sea necesario que nadie haga énfasis en su pertenencia a la misma especie que los demás, pues tales debates acerca de si una persona o grupo es igual o no al resto del género humano fueron superados hace siglos. Por tanto, no es el concepto biológico de humanidad el que defienden para sí mismos. Esto sería casi una locura. Quizás lo que pretenden decir es que la humanidad es una cierta condición superior que solo es alcanzada por algunos, merced a su esfuerzo personal, al cultivo de ciertas disciplinas y a un determinado estilo de vida, que los harían conquistar la dignidad de humanos. Sin embargo, tal concepto enrevesado sería esperable de los artistas, pero no de las prostitutas que, y esto hay que reconocerlo a favor de ellas, no suelen tener ideas sublimes acerca de su ser. Es probable, por tanto, que cuando se insiste en la propia humanidad, lo que se quiere decir es que son personas iguales a los demás, que merecen el mismo trato. También este punto se podría considerar un llamado innecesario en tiempos de la igualdad ante la ley, pero la realidad es que el desprecio generalizado ha convertido en parias a muchos artistas y prostitutas. La dificultad del tema es que ellos quisieran ser integrados en la generalidad de los seres humanos, pero sin perder su lugar especial, como si pertenecieran a una categoría diferente, no sometida a las mismas leyes y a la misma moral. Acerca de este aspecto, y a pesar de que no queremos recurrir a la historia, es importante recordar que en otras épocas muchos artistas y prostitutas eran esclavos o pertenecían a alguna categoría social marginada. Aquí se observa muy claramente la importancia de una asociación que, entre otras cosas, defienda el derecho de artistas y prostitutas a ser iguales a los demás, pero sin perder lo que podríamos llamar «derecho a la rareza», que no es lo mismo que el derecho a la «diferencia». La rareza implica el seguir siendo extraño, el no ser mirado como normal, pero sin salir de la categoría de los seres humanos, ya que la rareza o el exotismo son insumos de las artes y de la prostitución. Es claro que si se considerara a las prostitutas (en este plural se incluyen a los varones o de otros géneros que ejerzan el oficio) como personas enteramente iguales, nadie podría hacer uso de sus servicios, pues no es común que se sostengan relaciones sexuales con personas que se acaban de conocer, ya sea por temor o por respeto o por pudor, es decir, porque se supone que la otra persona siente igual que nosotros y podría reaccionar de manera negativa a propuestas de índole sexual. La prostituta adopta una postura, unos gestos y hasta un traje que la sacan de la normalidad, de la normalidad humana. La prostituta se transforma, de este modo, en una máquina que fabrica fantasías sexuales. Si se observa el caso de los artistas, obviamente, viven de crear un personaje que venden al público. El cliente compra al personaje artista más que a su obra, como compra al personaje prostituta, y no a la mujer u hombre que vive bajo el disfraz de meretriz. Ambos gremios deben disfrazarse para vivir.
Aspectos económicos
Ya se ha mencionado como propiedad esencial de los artistas y las prostitutas su particular relación con el dinero, que consiste en hacer como si no lo quisieran. Sin embargo, es conocido por todos, que los miembros más exitosos de ambos oficios siempre son muy cercanos al poder político y económico. Los millonarios, o los aspirantes a serlo, demuestran un gran interés en las artes y viven rodeados de ciertos artistas a quienes llaman amigos. La posesión de obras y la compañía de los artistas es un acabado indispensable en el edificio del éxito personal. Algo muy similar se puede afirmar de las prostitutas de alto nivel, solo que la cercanía de estas tiene un carácter mucho más práctico. Es imposible hacer negocios de gran alcance sin la presencia de «acompañantes», que funcionan como una especie de lubricante en los ásperos engranajes financieros. La prostitución sirve de reposo y solaz al alto ejecutivo, lo mismo que al estadista, igual que el arte, pero además le ayuda a culminar con éxito las más complicadas operaciones. Y por supuesto que las obras de arte pueden llegar a ser una buena inversión. No obstante, el comercio de arte no es un tema que importe en la presente propuesta. Nos interesan los artistas, no los comerciantes de arte, así como no nos importan, por ahora, los proxenetas o las madames.
Naturaleza común de las obras de arte y del sexo
Las dos propiedades mencionadas se refieren a la situación social de los trabajadores del arte y de la prostitución, en su relación con el dinero y en su carácter de marginados sociales. No hemos hablado de la naturaleza similar de las obras que ambos realizan. Basta con reflexionar un minuto para ver con toda evidencia la relación. Tanto el sexo como las obras de arte son materializaciones de objetos imaginarios. El sexo, en su realidad esencial, consiste en practicar ciertos actos en el cuerpo de otros, y en el propio, que la imaginación ha determinado como placenteros. Un acto sexual es la concreción de un deseo, o lo que es lo mismo, de un proyecto de placer, o de la imaginación de la felicidad. Los mecanismos orgánicos son necesarios pero no suficientes para el sexo. El resultado que se obtenga depende de la maestría de los implicados, de las condiciones ambientales y de la calidad del deseo, es decir, del tipo de proyecto erótico. Es evidente que todo lo anterior se puede aplicar a la práctica artística, con la única diferencia de que en el arte el cuerpo no siempre es el principal instrumento, sino que se manipulan otros materiales con herramientas diversas. En el sexo, el cuerpo es a la vez material e instrumento, si no único, sí principal.
Si esta definición del sexo, como si fuera un arte, parece extravagante, se debe a que no se ha reflexionado sobre la diferencia entre el sexo como fin y el sexo como medio; diferencia que, por cierto, se puede hacer también en el caso del arte. El arte se puede usar con fines políticos o publicitarios, pero el arte no es ni política ni comercio. También el sexo se ha vinculado a la reproducción. Sin embargo, esto es más bien una consecuencia del sexo, que no el sexo mismo. De hecho hoy en día se pueden engendrar seres vivientes sin que ningún animal practique el coito. Se habla de otros fines para las prácticas sexuales, de tipo metafísico o espiritualista: una forma de comunicación entre la pareja, como recurso para afianzar las relaciones amorosas; también algo así como un deber moral en el matrimonio, y otras muchas finalidades más vagas todavía, relacionadas con energías, almas en éxtasis y quién sabe qué más. El caso es que el sexo en toda su pureza, o impureza, solo se puede llevar a cabo, casi siempre, por medio de la prostitución. Del mismo modo, las obras de arte son creación de los artistas. Fuera del gremio, el arte únicamente existe por casualidad, de manera excepcional, como de manera excepcional se puede practicar el sexo, simplemente sexo, con alguien que no sea del gremio de la prostitución.
Naturaleza y fines de la asociación
La exposición de las relaciones innegables entre los sectores profesionales de las artes y de la prostitución nos lleva a plantear la propuesta de asociación. Más que las relaciones con el Estado, el propósito de la unión será la colaboración entre ambos estamentos de cara a la sociedad en su conjunto.
Es una realidad que la mayoría de los artistas ganan muy poco con su trabajo. Las prostitutas, en cambio, siempre ganan algo, y el hecho de que la mayoría sea cabeza de hogar es prueba de que los réditos del negocio al menos alcanzan para suplir las necesidades básicas. En cualquier caso, y como ocurre en el arte, solo una pequeña minoría obtiene altos ingresos, y este grupo privilegiado es el llamado a colaborar con una porción mayor. El intercambio será así: el gremio de las prostitutas ayudará económicamente al gremio de los artistas, al menos para que estos puedan vivir sin avergonzarse frente a sus conocidos y familiares; en contraprestación, los artistas les donarán a las meretrices su legitimación cultural. Es sabido que la cultura (los conocimientos y aficiones que hacen a una persona «culta») no es muy apreciada en nuestra época. Sin embargo, en el caso de las prostitutas, una inyección de capital cultural las ayudará a salir de las sombras en que habitan. La prostituta ingresará al medio artístico y podrá desde allí continuar su actividad sin ser discriminada. Por su parte, el artista, con el subsidio de sus colegas meretrices, dejará de ser un estorbo o parásito social. Por otro lado, el creador de éxito podrá presumir, sin mentir, de su compromiso con la ayuda a un sector desfavorecido, el de las trabajadoras sexuales, sin tener que hacer falsa ostentación de sensibilidad social por otros medios. El traspaso del aura espiritual de los artistas a las prostitutas se realizará simplemente por la participación en actos públicos en común y por la convivencia cotidiana en eventos de todo tipo, de ahí que un punto decisivo será la instalación de la asociación en edificios en varias ciudades.
El nombre de tal institución tendrá que ser escogido democráticamente por los propios miembros, pero respetuosamente nos permitimos sugerir el lema de su escudo o emblema: «POR AMOR». Se trata de una expresión confusa, pero así suelen ser este tipo de textos. La claridad no es su mérito. Lo importante es que despierte en los miembros el deseo de combatir por una idea. La gloria y el honor de los dos gremios es el actuar por amor: amor al arte y amor al sexo. El hecho de que muchos nieguen la realidad de tales amores y los hechos parezcan confirmar esta sospecha, no va en contra de la utilidad del lema. Es precisamente la lucha común contra los incrédulos en la sinceridad de los artistas y las prostitutas, el corazón de la empresa que proponemos, ya que es también un llamado de atención frente a los peligros que acechan a ambos gremios.
Como es bien sabido, algunos recomiendan, desde diferentes orillas ideológicas, la abolición de la prostitución, haciendo una analogía con la abolición de la esclavitud, ya que consideran a la venta de servicios sexuales una servidumbre brutal que de ninguna manera puede realizarse por placer o como cumplimiento de una sincera vocación. Pues para nosotros es evidente que el próximo objetivo de este movimiento destructor son los artistas. So pretexto de evitar que las personas vivan en la pobreza y en la infelicidad, al dedicar su vida al arte y convertirse en parásitos sociales, acabarán promoviendo la desaparición de las artes. Quizás se les permitirá a millonarios jubilados ocupar sus ocios en la literatura o la música, pero nada más. Los robots o la inteligencia artificial podrán, acaso en poco tiempo, realizar cualquier función considerada artística que sea imprescindible. Sin embargo, dejemos esta perspectiva apocalíptica y pongamos nuestra esperanza en una futura asociación de artistas y prostitutas, unidos en la defensa de los derechos sagrados de los obreros de la felicidad en todas sus formas.